El Calendario

 La humanidad a lo largo de la historia ha utilizado calendarios para ayudar a medir el paso del tiempo. Estos calendarios estaban basado en ciclos lunares, perdurando así en el calendario musulmán. 

Las dos funciones principales del calendario son: en primer lugar, llevar la cuenta del tiempo a lo largo de periodos prolongados, permitiendo anticipar ciclos como las estaciones y honrar aniversarios; en segundo lugar, ser útil a las personas con intervalos de tiempo con los que todo el mundo esté de acuerdo como los movimientos de la Tierra y la Luna.




Sin embargo, el calendario tiene fallas que son consecuencia de la inconmensurabilidad de los periodos de rotación de la Tierra, de los ciclos de la Luna y el periodo de traslación de la Tierra al rededor del Sol.  Pues los ciclos de la Luna se repiten cada 29,5306 días y el periodo de revolución de la Tierra es de 365,2422 días.

La historia de nuestro calendario occidental empieza en el segundo milenio a.C. con los sumerios y continúa con los egipcios y los griegos al rededor del siglos VIII a.C. Dichos calendarios permearon en el calendario introducido por Julio César: el calendario juliano. Este calendario introducía un día más cada cuatro años, puesto que los romanos habían aproximado el año en 365,25 días y dicho año con 366 días se denomina el año bisiesto.

Sin embargo, este calendario difería del año real en 11 minutos, una cantidad de tiempo que se acumuló a lo largo de los siglos hasta hacer notar un error en este desfase de tiempo: el primer día de la primavera ocurría el 11 de marzo y no el 21 de marzo, y si continuaba así la tendencia, la Pascua sería celebrada en invierno.  Por lo que el Papa Gregorio XIII ordenó una reforma a este calendario.

Dichos cambios consistieron en suprimir 10 días del calendario para que el equinoccio de primavera ocurriera el 21 de marzo y que solo los años centenarios divisibles por 400 serían ahora los años bisiestos. 



Así, todo el mundo tuvo que suprimir estos 10 días y adoptaron este calendario que se mantiene en nuestro días, aunque tampoco sea del todo preciso, pues difiere 1 día cada 3.300 años.

Y si bien se ha encontrado una solución matemática a este problema, no es conveniente implantar esta solución. Queda esperar que al pasar de los siglos se cumplan los 3.300 años y se modifique nuevamente el calendario con uno más preciso.



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